Las brujas de la Vila Vella

Una de las leyendas más conocidas de Tossa es la de las brujas de la Vila Vella.

Se explica que en la Vila Vella había un pescador que tenía una barca muy bonita atracada en la cala de Es Codolar.  Estaba muy contento con la barca, iba a pescar cada día para ganarse la vida y era feliz.

He aquí que un día encontró la barca removida, torcida, con los remos tirados por ahí… Y pensó:

– ¿Qué ha pasado con esta barca? Quizás hayan sido los niños, no haré caso…

Y así durante dos o tres semanas, cada sábado por la mañana encontraba la barca removida.

Así pues, el fin de semana siguiente, cuando se hizo de noche, este hombre menudo decidió esconderse, quedándose muy quieto en el pequeño armario de proa de la barca.

Cuando el reloj de la Torre de las Horas dió las doce, escuchó como tres mujeres saltaban dentro de la barca y, agarrando los remos, una de ellas dijo:

– ¡Bota por uno! ¡Bota por dos! ¡Bota por tres!

Y la barca no se movía… y la más vieja dice:

– ¿Alguna de vosotras espera un hijo?

Y las otras dos, más jóvenes, dijeron:

– Que nosotras sepamos, no

Y volvieron a probar:

– ¡Bota por uno! ¡Bota por dos! ¡Bota por tres!… ¡y bota por cuatro!

Y entonces la barca hizo… ¡zas! y se metió en el agua.

Y con cada golpe de remo avanzaban una milla; y así, a milla por palada, llegaron a una playa llena de palmeras que debía ser América. Las mujeres saltaron de la barca y se convirtieron en tres gatos negros.

El hombre seguía escondido, y pasadas unas horas, los tres gatos negros volvieron y saltaron a la barca convirtiéndose otra vez en mujeres. Entonces la más vieja dijo:

– ¡Bota por uno! ¡Bota por dos! ¡Bota por tres! ¡Bota por cuatro!

Y ¡zas!, la barca al mar.

Cuando empezaba a clarear ya estaban en Tossa. Al saltar de la barca, las mujeres lo dejaron todo muy revuelto y desordenado.

El hombre esperó muy quieto hasta que se marcharon, y al cabo de un rato salió y fue a ver al señor párroco a quien le explicó todo lo que le había pasado.

El señor párroco le dijo:

– Esto lo arreglamos enseguida.

Y el hombre y el señor párroco se dirigieron a la playa con un hisopo, agua bendita y un libro santo. El párroco hizo unas cuantas bendiciones, rociando la barca con el agua bendita, y desde entonces las brujas no pudieron acercarse a la barca, así que ya no volvieron nunca más.

Desde ese día, la barca del hombre permaneció siempre en su sitio.

Texto parcialmente extraído del libro Llegendes i tradicions de Tossa contades per Vicenç Esteban Darder, de Eva Pinyol Llésera y David Moré Aguirre.

En Xixanet i sa Mitja Cana

Hasta hace pocos años, la leyenda de Xixanet era muy conocida por toda la chiquillería de la población, porque se la contaban los abuelos. A la gente de Tossa, le parecía que era una historia tan real, que cuando pasaban por la calle del Socorro, incluso indicaban a los pequeños cuál era la casa del travieso Xixanet. Según decían, se encontraba muy cerca de la capilla, en el lado izquierdo. Cuando un muchacho cometía una travesura, le decían:

– ¡Eres como Xixanet!

Sin embargo, hoy muchos niños ya no saben nada de esta leyenda, porque las tradiciones, las costumbres y la historia oral del pueblo, patrimonio de tantas generaciones, van pasando despacio hacia el silencio del olvido.

A pesar de que la hemos podido escuchar narrada en dos versiones, la de Julita Farnés y la de Vicenç Esteban Darder, os ofrecemos la de Julita Farnés Pagès. Ambas son las más completas y genuinas de todas las que han sido publicadas hasta ahora y, en su versión original catalana, conservan la frescura del habla popular salado de nuestra población.

Julita Farnés lo cuenta así:

“Xixanet era un chico pequeño, pequeño, y muy vivaracho.

Un día su madre, que era una pobre viuda, muy pobre, le dijo:

– Toma, aquí tienes la aceitera: vete a buscar aceite. Pero no te pares en la plaza a jugar a las canicas, que los mozos te romperían la aceitera, y no hay más dinero en la casa que estos seis cuartos.

Xixanet coge la aceitera y los seis cuartos y se va corriendo. A la ida, no se paró en la plaza, por más que sus compañeros lo llamaran: pero a la vuelta, cuando ya llevaba la aceitera llena, no pudo evitar pararse.  Así que deja la aceitera en el suelo, y se pone a jugar a las canicas.

Jugando, jugando, una canica toca la aceitera y la rompe.

Al llegar a casa, su madre, enfadada de ver que vuelve con las manos vacías, le grita:

– ¡Así te fueras al demonio!

El demonio, que lo escuchó, acudió corriendo y se llevó al chico.

Entonces, su madre, que no lo quería llevar hasta ese extremo, corre a la capilla y se pone a implorarle a la Virgen del Socorro, agarrando la imagen por las faldas.

– ¡Virgen del Socorro! ¡Corred, ayudadme! ¡Que el demonio se lleva a mi chiquillo!

Y he aquí que la Virgen del Socorro baja corriendo del altar, corriendo tan deprisa que todavía encontró al demonio a media calle y, con un bastón redondo, empieza a pegarle y a pegarle, y tanto le pegó que le rompió los cuernos. Entonces el demonio soltó a Xixanet, echó a correr, y no paró hasta llegar al infierno.

Cuentan que, cuando los otros diablillos lo vieron llegar tan asustado, apaleado y sin cuernos, le preguntaron:

– ¿De dónde vienes?

Y él respondió:

– ¡De Tossa!”

Texto extraído del libro Una devoció mariana: La Mare de Déu del Socors a Tossa (segles XVI-XX), de Mario Zucchitello, de la colección Quaderns d’Estudis Tossencs 3.

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